"Yo no necesito saber nada de las personas a las que fotografío, pero es importante que reconozca algo de mí misma en ellas."
La fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra (Sittard, 1959) lleva 30 años haciendo retratos y reflexionando sobre el ser humano y su representación.
En la era del selfie y de la proyección controlada de una determinada imagen de nosotrxs mismxs en las redes sociales, Dijkstra indaga en la verdadera naturaleza y vulnerabilidad de las personas, haciendo hincapié en el intercambio que se produce entre el fotógrafo, el retratado y el espectador.
Bajo la asunción de que es imposible tener el control total de la imagen que estamos proyectando cuando el que nos hace la fotografía es otra persona, la fotógrafa holandesa hace emerger con sus imágenes aquellas grietas que incluso el mejor de los posados es incapaz de esconder.


Rineke Dijkstra alcanzó la fama con la serie Beach Portraits (1992-2002), caracterizada por un conjunto de retratos frontales y de cuerpo entero de adolescentes realizados en Estados Unidos, Gran Bretaña, Bélgica, Ucrania, Croacia y Polonia.
En estos retratos, Dijkstra utiliza la playa como escenario, haciendo referencia tanto a la transición entre el mar y la tierra como al paso de la infancia a la adolescencia, ese momento vital de transición y de abismo que constituye la esencia de la juventud.
"Me interesaba fotografiar a gente en ese momento en que desisten de posar (...). Nunca he buscado de forma explícita la vulnerabilidad; se trata de buscar algo que está presente en bruto en sus personalidades, aunque apenas definido."
La búsqueda de identidad en determinadas situaciones vitales de cambio y transición, son el foco sobre el que la fotógrafa construye su discurso. De hecho, siguiendo la misma línea que en Beach Portraits, Dijkstra retrata a madres que acaban de dar a luz o a militares tras vivir experiencias de conflicto.
Sus referentes son la pintura holandesa y flamenca de los siglos XVII y XVIII y los fotógrafos Diane Arbus y August Sander.

