La fotografía humanista de Diane Arbus

"Una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más dice, menos sabes."

Diane Arbus (Nueva York, 1923-1971), hija de una familia adinerada neoyorquina, empezó en el mundo de la fotografía de moda junto a su marido, el también fotógrafo Allan Arbus, del que adoptó su apellido y con el que realizó varios encargos para conocidas revistas como Vogue, Harper's Bazaar o Esquire.

A finales de los '50, Arbus se separó de su marido y empezó a trabajar en solitario. En esta nueva fase profesional recibió clases de Lisette Model, fotógrafa vienesa de la que heredó el interés por los temas poco convencionales. Dicho interés se acentúo enormemente tras ver la película Freaks: La parada de los monstruos de Tod Browning (1932): las vidas de los distintos personajes del mundo del circo que aparecían en el film, fueron el punto de partida de los retratos más emblemáticos de Diane Arbus, la cual decidió abandonar por completo el mundo de la moda y sus frivolidades para poner el foco en toda esa gente extraña y marginal que la sociedad parecía haber olvidado (enfermos mentales, enanos, familias disfuncionales, gigantes, etc). 

Al retratarlos, su propósito era firme: visibilizar ciertos sectores de la sociedad que, según ella, no existirían si no los fotografiaba. En palabras de Joel Meyerowitz, Diane Arbus era "una fotógrafa humanista: cuando sentía curiosidad por alguien, no se acercaba sigilosamente, le tomaba una foto y huía, sino que se adentraba en las vidas de sus retratados y se ganaba su confianza al demostrarles que eran especiales y que su interés por ellos era genuino" [Meyerowitz, J. (2019), Cómo hago fotografías, Barcelona, Ed. Gustavo Gili, p. 14].

"Es un poco embarazoso decirlo, pero realmente creo que hay cosas que nadie vería a menos que yo las fotografíe."

Con sus retratos, Diane Arbus rompía con la composición convencional y ubicaba a las personas en el centro de la escena. El flash de relleno y el enfoque cuadrado, tan característicos de su estilo fotográfico, le ayudaban a conseguir que sus modelos se abrieran ante la cámara y se dejaran fotografiar en toda su singularidad y misterio, creando una atmósfera única a medio camino entre lo real y lo ilusorio.

Diane Arbus se suicidó en 1971. Un año más tarde, la Bienal de Venecia expuso 10 fotografías de una serie limitada que la fotógrafa había preparado en 1970. En 1972 se llevó a cabo su primera gran retrospectiva en el MoMA, organizada por Szarkowski y que obtuvo la mayor asistencia de todas las exposiciones en la historia del MoMA hasta la fecha.


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