"Las historias, ya sean de imágenes o palabras, me ayudan a conocerme y a sentirme conectada conmigo misma y con los demás. Si no hiciese fotos, igual sería yo la que se desvanecería."
Hola Laura, ¡bienvenida a Harpo! Cuéntanos un poco sobre ti: ¿quién eres y a qué te dedicas?
Gracias por acogerme en vuestra revista. Trabajo como fotógrafa freelance y desarrollo todo tipo de encargos: retratos, reportajes, editorial, eventos… Últimamente también trabajo en comunicación y, desde hace un año, soy editora.
Mi nombre artístico es Laura C. Vela, aunque en realidad toda la vida he sido la Carrascosa. Tuve que quitarme ese apellido porque cuando empecé con mis proyectos había otra fotógrafa en Madrid que se llamaba igual y nos confundían mucho. Durante una época fue confuso saber quién era. De pequeña no sabía pronunciar “Lauri” y decía “uri”. Así que en casa soy uri, en el colegio Carrascosa y por aquí Laura C. Vela. Siempre me ha gustado curiosear, hacer preguntas, conocer cosas nuevas. Por eso estudié Filosofía y Fotografía.
Este año, presentas junto a Suso Mourelo el libro 'Siempre van solos, los bichos' (Ed. Muga, Ed. Comisura, 2022). En él, exploráis la belleza de lo pequeño, lo raro y lo que está a punto de desaparecer. Háblanos de este proyecto, ¿cómo surgió la idea?
Un día recibí una llamada de un escritor, Suso Mourelo, preguntándome dónde podía dormir en mi pueblo, El Centenillo, ya que quería pasar un tiempo allí para escribir. Había encontrado mi nombre en internet porque yo había subido a la red unas fotos del lugar y pensó que podía ayudarle a encontrar casa.
Hablando, nos dimos cuenta de que teníamos muchísimo en común: el amor por las letras, por China y por Japón, por la naturaleza… Leí sus libros, me fascinó y decidí ir a visitarle durante su estancia. Gracias a él, vi mi pueblo con unos ojos totalmente distintos: los de una persona que no tiene vínculos personales con el lugar. A Suso no le daba buena sensación el pueblo y a mí esto me impactaba, porque a mí me encanta.
Pero yo vengo de la ciudad y cuando estoy allí quiero desaparecer, y, en cambio, él vio la otra cara de la despoblación y del medio rural, lo pequeño que son estos lugares y lo pesado que puede ser no caer en gracia. Surgió una bonita amistad y decidimos hacer algo juntos. Como las obras de ambos prestan atención a lo diferente y a la otredad, decidimos hacer un libro pequeño, accesible, para todos los públicos, que hablara de estos seres diminutos y en los márgenes.
Ya armando el proyecto, vimos que no iba a ser algo lineal ni una novela, sino que sería un libro fragmentado, donde hablasen varios tipos de seres y donde la fantasía jugara un papel muy importante. A quien solo ve lo que se puede observar no le gustará, porque ‘Siempre van solos, los bichos’ es un libro para imaginar.
"A quien solo ve lo que se puede observar no le gustará, porque ‘Siempre van solos, los bichos’ es un libro para imaginar."
¿Crees que una parte de tu esencia como fotógrafa tiene que ver con esa necesidad de capturar aquello que está destinado a desvanecerse?
No lo sé. Siempre me he visto más como una fotógrafa que construye historias que como una fotógrafa que preserva, porque hay ficción en mis proyectos. Pero al final, fotografiar es capturar lo pasajero en imagen fija, y es verdad que siempre tengo miedo de perderme. Las historias, ya sean de imágenes o palabras, me ayudan a conocerme y a sentirme conectada conmigo misma y con los demás. Si no hiciese fotos, igual sería yo la que se desvanecería.
Además de ‘Siempre van solos, los bichos’, tienes otros dos proyectos publicados, ‘Como la casa mía’ (Dalpine, 2019) y ‘Vorhandenheit‘ (2014). Ambos son proyectos muy personales en los que hablas del anhelo de encontrar un hogar y te interrogas sobre tu lugar en el mundo. ¿Qué recuerdos tienes de esa época y cómo crees que han influido en tu desarrollo como fotógrafa?
'Vorhandeheit 'lo hice mientras estudiaba Filosofía y Fotografía artística en Arte10. Fue una época en la que no sabía si había escogido bien mi camino y estaba aprendiendo a utilizar la cámara como medio de expresión. Para mí, ese proyecto son notas, ejercicios de autoexploración, y una declaración de intenciones. Dedicarle por primera vez tanto tiempo a un proyecto personal, salir de viaje solo para ello, invertir mis ahorros en revelar y publicar… fue dar el paso a ser autora.

Lo presenté como proyecto final y me pusieron un 6, pero me dio igual porque yo estaba muy contenta por haber conseguido hacer algo mío. Me ayudó a ver que, fuese el camino o no, me gustaba estar en él. Autopublicar 'Vorhandenheit' y empezar a hacer colaboraciones me dio muchísima energía. Era un culo inquieto y en esa época conocí a Eduardo Nave de NoPhoto, que me apadrinó como joven padawan, y me enseñó muchísimo. Me prestó su Rollei Afm35, su escáner, me presentó a sus contactos, me enseñó libros, pelis...
Así que hice 'Como la casa mía' con otra cámara y con otros recursos. Ya no eran escaneos cutres de carretes de diapositiva caducados, sino que eran fotografías escaneadas en un Imacon Flextight al lado de un experto en color. Este proyecto es el fruto de la generosidad de los primeros profesionales con los que me crucé: Eduardo Nave como mentor, Underbau como diseñadores, Gonzalo Golpe como poeta y editor independiente y Sonia Berger como publicadora.
Para mí, su labor hizo el proyecto muchísimo mejor: más contenido, más comprensible, más profundo y a la vez más sencillo. Trabajar con ellos ha influido muchísimo en mi desarrollo, porque por mucho que estudies se aprende ensuciándote los pies. Ahora tengo nostalgia de esa época, porque ya no soy estudiante y las cosas son distintas.


El año pasado, junto a Ana Jarque, Carlota Visier y Carol Caicedo, presentaste la revista Esto es un cuerpo, de la que ya habéis lanzado dos números: #1 'Manos' y #2 'Pelo'. Cuéntanos un poco cómo ha sido la experiencia y qué nos traeréis en los siguientes números.
‘Esto es un cuerpo’ surge por una necesidad de crear junto a artistas de distintas disciplinas, de experimentar, de jugar, y de crear comunidad. Nos gustaba la idea de crear un proyecto que mezclara fotografía y literatura, que ambas disciplinas dialogaran en el papel con una lectura pausada y cómoda, más cercana al libro que a las revistas, pero que fuera periódica y coleccionable.
"A veces se nos olvida que somos seres de carne y hueso, sobre todo en estos tiempos de COVID, y muchos de los problemas de salud mental que padecemos están desencadenados por no escuchar a nuestro cuerpo."
La idea de coleccionar algo nos remite a la infancia, a lo tangible, a compartir tu mundo con tus amigas… y a lo material, a lo que está aquí y ahora. A veces se nos olvida que somos seres de carne y hueso, sobre todo en estos tiempos de COVID, y muchos de los problemas de salud mental que padecemos están desencadenados por no escuchar a nuestro cuerpo.
Decidimos que el protagonista fuese el cuerpo porque conocemos el mundo a través de él y nos expresamos con él, así que pensar en el cuerpo implica pensar en todo lo que nos rodea y en la propia creación. Si lo fragmentamos, si creamos desde lo pequeño, nos permitirá acercarnos más.
Ha sido brutal hacer 'Manos' y 'Pelo'. Lo que más he disfrutado ha sido el comisariado y la edición. En cada número nos sentamos y pensamos a qué autoras y autores queremos llamar y con quién los vamos a juntar. Hacemos una serie de parejas, a las que les damos un tema o un esbozo de tema, y ellos crean. Cuando recibimos el material es una sorpresa. También es una sorpresa cuando lo recibe la otra persona de la pareja y, a partir de ese material, tiene ahora que crear el suyo. A veces es la escritora la que comienza y luego la fotógrafa tiene que construir las imágenes, pero en ocasiones es al revés: deben escribir un relato partiendo de unas fotos.
Es un juego y, para quienes se lanzan, es muy estimulante. Editarlo también es un reto, porque no siempre es fácil insertar imágenes dentro de un texto, ya que la imagen añade otra capa textual, genera un corte o pausa, y modifica el original.
Estamos preparando el tercer número, que lo protagonizarán los 'Ojos', y hay mucha calidad. En esta ocasión habrá textos de Andrés Barba, Elisa Victoria, Florencia del Campo, Eloy Tizón, Berna Wang, Violeta Niebla y María Gómez Lara. En fotografía tenemos a Salvi Danés, Maté Bartha, Graciela Iturbide, Manuela Lorente, Lucía Sun, Violeta Niebla y Gloria Oyarzábal. ¡Un lujo!
"Disparar en analógico hace que, automáticamente, me sienta distinta. La cámara es más ligera, la siento parte de mí, no almaceno tanta imagen, pienso más cada toma y cada fotografía es una sorpresa."


Trabajas tanto en digital como en analógico, ¿en función de qué eliges un formato u el otro?
Utilizo el digital para los encargos y el analógico para mi trabajo personal. Es una forma sencilla de diferenciarlo y dos maneras de trabajar. Yo hago bodas y vídeos de conferencias, por lo que veo horas y horas de metraje, y miles y miles de fotos…
Mi mirada está saturada, no puedo más. Disparar en analógico hace que, automáticamente, me sienta distinta. La cámara es más ligera, la siento parte de mí, no almaceno tanta imagen, pienso más cada toma y cada fotografía es una sorpresa. Espero a tener varios carretes para mandarlos al laboratorio. Cuando los recojo no recuerdo qué hay dentro, así que al ver las fotografías me sorprendo de nuevo.
Si solo pudieras elegir una cámara y un carrete, ¿cuáles elegirías?
La Pentax MX, con el 50mm 1.2F, y el Fujifilm Pro 400h.
Un fotógrafo o fotógrafa que te haya marcado.
Si tuvieras que recomendarnos un fotolibro, ¿cuál sería?
El plátano hamaca, de Salvador Arellano.
