William Eggleston, el maestro del color

"Creo, y te hablo porque conozco cada esquina y rincón de esta ciudad [Memphis], que nada es más interesante que lo que nos rodea."

William Eggleston (Memphis, 1939) es uno de los fotógrafos más importantes de los últimos 50 años. Aclamado por el inconfundible estilo y color de sus fotografías del Sur de los Estados Unidos y, en particular, de Memphis, su ciudad natal, donde vive hasta el día de hoy.

El magnetismo de su obra reside en la capacidad de Eggleston de encontrar lo extraordinario en lo que aparentemente es más banal o cotidiano, demostrando que no es otra cosa que la mirada del artista la que hace que algo merezca nuestra atención: un coche, una gasolinera perdida, un neumático colgado de un árbol, el interior de un congelador, o una simple botella vacía de Coca-Cola.

En palabras de Booth Stanley, lo banal sigue siendo banal, pero ahora es apasionante; los lugares ordinarios se convierten en algo mucho más profundo y adquieren un valor que va más allá de lo estético o visual: tienen un valor histórico y emocional. Nos hablan, como dice Óscar Colorado, de la huella de la vida, la que hemos dejado en el mundo y la que el mundo nos ha impuesto.

"Tenía esta noción que luego denominé como una manera democrática de mirar a mi alrededor, en donde nada es más o menos importante".

De hecho, y como curiosidad, a diferencia de los lugares que solían frecuentar otros fotógrafos, como su referente francés Henri Cartier-Bresson, para William Eggleston, Memphis era un lugar feo. Tanto que un día le dijo a un amigo que no había nada que fotografiar, a lo que el amigo respondió: pues fotografía las cosas feas. Y, como si se tratara de una epifanía, el fotógrafo siguió su consejo, dando lugar a un sinfín de maravillosas imágenes absolutamente mundanas y triviales, que han conseguido inspirar a toda una nueva generación de fotógrafos y cineastas.


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