Josef Koudelka, el nómada romántico

"Nunca me quedo en un país más de tres meses. ¿Por qué? Porque me interesa ver, y si me quedo más tiempo me quedo ciego."

Josef Koudelka (Moravia, 1938), ingeniero aeronáutico de formación, es sin duda una de las figuras más legendarias en la historia de la fotografía del siglo XX. Una buena fotografía es la que no puedes olvidar, afirmó en alguna ocasión y con esta idea ha trabajado durante toda su carrera, siempre fiel a sus principios y feroz protector de su libertad tanto creativa como vital.

En 1970 abandona Praga como exiliado político y un año más tarde, en 1971, es invitado por el mismo Elliot Erwin a formar parte de la Agencia Magnum, con la aprobación de Henri Cartier-Bresson, que enseguida captó el talento único de Koudelka y dejó que desarrollara su creatividad con la libertad que necesitada: lo único que tiene es su talento, su cámara y su tozudez, escribió Cartier-Bresson sobre el fotógrafo checo.

"He tenido la suerte de hacer todo lo que he querido, nunca he trabajado para otros. Quizás sea un principio estúpido, pero la idea de que nadie pueda comprarme es importante para mí."

Y es que hablar de Koudelka significa hablar de un creador austero y romántico, que nunca aceptó encargos, que le gustaba dormir al raso y que vagó durante más de dos décadas por el mundo, sin tener una residencia fija.

En los años ’60, Koudelka ya se había dado a conocer gracias a su serie, Gitanos, en la que retrató a comunidades gitanas de diferentes partes del mundo. En estos viajes, fue cuando el fotógrafo checo empezó a reflexionar y profundizar sobre temas que marcarán profundamente su carrera y su modo de vida, como la identidad, las fronteras geopolíticas o el sentimiento de pertenencia étnica. En palabras de Koudelka, lo que aprendí de mi trabajo con los gitanos es que no necesito mucho para vivir.

Cuando, en verano de 1968, las tropas soviéticas invadieron Praga, Koudelka salió a la calle y documentó sin descanso la ocupación, subiéndose a los tanques, mezclándose en las protestas y adentrándose en el centro de la resistencia, con el único fin de mostrar de la manera más cercana y honesta lo que estaba ocurriendo.

De estas fotos, salió una de sus series más conocidas, Invasión. A esta serie le seguirán otros maravillosos trabajos como Exilios (1988), donde explora su propio sentimiento de no pertenecer a ningún sitio, documentando el estado espiritual y físico del exilio, o Caos (1999), donde, con una cámara panorámica, fotografía paisajes devastados por conflictos o alterados por el paso del tiempo.

"Siempre he buscado imágenes que cuenten una historia por sí mismas, dejando que el espectador vea el relato que más le convenga. Para mí, una buena fotografía es aquella que cuenta una historia distinta a cada persona que la ve."

La obra de Josef Koudelka ha sido enormemente reconocida y premiada, recibiendo premios como el prestigioso Premio Hasselblad (1992), el Premio Cartier-Bresson (1991) o el Premio Nadar (1978), entre otros. 

Se trata, sin duda, de una mirada única e inimitable, capaz de contar historias exprimiendo al máximo las posibilidades y limitaciones de la fotografía.


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