"Lo que me interesa no es tanto un territorio o una imagen en concreto, sino lo que se esconde tras esa idea, lo que nos permite imaginar una fotografía, el lugar a donde nos lleva."
Hola Israel, ¡bienvenido a Harpo! Cuéntanos un poco sobre ti: ¿quién eres y a qué te dedicas?
Hola, soy Israel Ariño. Nací en Barcelona, trabajo mayoritariamente en Francia y me dedico a la fotografía en sus diferentes vertientes. Desarrollo proyectos personales, trabajo como editor en Ediciones Anómalas y junto a Clara Gassull hemos creado el espacio cultural-pedagógico LaBabuch, cerca de Poitiers.
Si alguien que no conoce tu obra, entra en tu web, a primera vista se encuentra con imágenes en blanco y negro realizadas con diferentes técnicas analógicas. ¿Qué te aporta y que buscas con esta manera tan concreta de trabajar?
Cada creador tiene que escoger las herramientas que mejor se adapten a sus intereses, a sus particularidades y a su forma de trabajar. El analógico es un medio limitado si lo comparas con el digital. Yo intento adaptarme y crear a partir de todas esas limitaciones. Me interesa su relación con el tiempo, el ritmo que te ofrece, su parte más física, su carácter experimental…
Cada contenido, cada temática, cada serie necesita una forma concreta, y esa exploración es también parte de mi proceso creativo. Seguramente para mí tiene sentido porque mi trabajo acaba siempre en una forma física, y no en una pantalla. Yo trabajo con copias en papel, con libros, con instalaciones, así que ser autónomo en esa parte del proceso es otro argumento que valoro enormemente.
En el taller toma forma cada trabajo, a veces en procesos analógicos y otras veces en procesos mixtos. Además, he de reconocer que no me siento cómodo cambiando de tecnología constantemente, y bueno, una ventaja de trabajar en analógico es que puedes utilizar las mismas herramientas, ¡las mismas cámaras toda tu vida!

La mayoría de tu trabajo ha tenido más recorrido en Francia que en España, ¿a qué crees que es debido esto y como te sientes al respecto?
Al principio fue una casualidad, yo no tenía ninguna relación ni familiar ni de ningún tipo con Francia, y a partir de ahí, una cosa lleva a la otra y fueron apareciendo oportunidades de trabajo, de expos, de residencias y sobre todo un mejor encaje de mi obra que el que tenía en España, donde me sentía entre dos aguas, no era ni un artista ni un documentalista.
Cualquier persona que conozca el panorama de la fotografía y de la cultura en Francia sabe que el circuito es mayor y que se trabaja en mejores condiciones. Yo he intentado hacer cierta pedagogía en España no exponiendo en festivales que no remuneran a los artistas, exigiendo unas ciertas condiciones con las instituciones, etc., pero no es fácil, la precariedad en España es muy grande y alguien que quiera dedicarse a desarrollar proyectos personales tiene prácticamente que ir a buscarse la vida a otros lugares.
"A mí lo que me interesa es la vida que me ofrece la fotografía, las personas que me ha permitido conocer, lo que he aprendido gracias a ella."
En mi limitada experiencia, para crecer como fotógrafo tienes que poner mucho tiempo, energía y pasión de tu parte. Debe ser tiempo de calidad. Y por último, debes tener un acompañamiento y una complicidad por parte de otras personas. Ese acompañamiento yo lo he encontrado en Francia.
Sobre cómo me siento al respecto, pues bien, a mí lo que me interesa es la vida que me ofrece la fotografía, las personas que me ha permitido conocer, lo que he aprendido gracias a ella. Me parece un oficio maravilloso y si ahora tengo la suerte de poder dedicar todo mi tiempo a ella pues fantástico. Al principio era duro porque exigía muchos viajes, pero desde hace ya unos años vivo entre Francia y Cataluña así que lo llevo bien.
En Francia hemos creado con Clara Gassull el proyecto Lababuch, un espacio de creación donde organizamos talleres y donde a la larga queremos poder invitar a otros artistas a trabajar y compartir.

Tus imágenes y tus proyectos hablan en gran parte sobre el territorio, ¿qué es lo que te interesa de él? ¿Con el paso de los años, crees que ha cambiado tu manera de acercarte y relacionarte con él?
No estoy del todo de acuerdo con eso. El territorio es una excusa, a veces puede ser un territorio concreto como en Le nom qui efface la couleur o Voyage en pays en pays du Clermontois, otras puede ser un territorio más mental como en La gravetat del lloc o Atlas. En cualquier caso, lo que me interesa no es tanto un territorio o una imagen en concreto, sino lo que se esconde tras esa idea, lo que nos permite imaginar una fotografía, el lugar a donde nos lleva. Ese terreno de ambigüedad perceptiva, de libertad interpretativa, es al que aspiran mis trabajos, independientemente de donde estén tomadas sus fotografías.
Digamos que siempre parto de un doble interés: por una parte, me interesa transmitir experiencias sobre lo real, lo visible y lo invisible. Por otra parte, incluir una cierta reflexión sobre el lenguaje fotográfico, el concepto de realismo, las paradojas de la representación.
Con el paso del tiempo muchas cosas cambian, intentas ser más certero en tus intuiciones, pretendes lograr más con menos, conseguir una especie de ligereza formal que haga volar más los trabajos, el punto de partida puede ser más simple pero el desarrollo se vuelve más elaborado… En fin, eso es más o menos a lo que aspiro, otra cosa es que lo consiga…


La mayoría de tus proyectos acaban traduciéndose en fotolibros, ¿a qué crees que se debe esta necesidad de llevar la imágenes a este formato?
Yo me formé viendo libros de fotografía, primero en la escuela, luego en librerías como Kowasa, Tartessos y, más tarde, en la Maison Europeen de Paris, en la Bibliothèque National de France y por supuesto en Arles; sin olvidar los libros compartidos con amigos como Roger Guaus, David Jiménez o Enric Montes.
Así que para mí, ver trabajos formalizados en libro ha sido bastante normal desde hace 30 años. Hay muchas cosas que me gustan del formato libro, creo que es una de las mejores formas para hablar de un trabajo, creo también que tiene más recorrido que una exposición, o al menos que una exposición en España y, finalmente, es un objeto que permite ser leído en distintos tiempos y condiciones. Aunque seguramente lo que más me fascina de los libros es su narrativa y todas sus posibilidades creativas en torno a ella. Ahí es donde veo su mayor atractivo.
"Lo que más me fascina de los libros es su narrativa y todas sus posibilidades creativas en torno a ella. Ahí es donde veo su mayor atractivo."
Trabajas como editor, junto a Montse Puig, en la editorial Ediciones Anómalas. ¿Cómo es para una editorial centrada exclusivamente en la producción de fotolibros “sobrevivir” dentro del mercado editorial?
Anómalas es un proyecto maravilloso, pasional, creado a escala humana, y cocido a fuego lento. Lo inició Montse en el 2012, momento importante de crisis, así que sólo podía ir a mejor. Un año más tarde me invitó a formar parte de él.
Con el tiempo, y con un trabajo serio y sensato se ha consolidado como una editorial de referencia aunque con enormes limitaciones debido a la fragilidad propia del mercado del libro de fotografía. Así que se sobrevive con dignidad, prestando mucha atención a todos los detalles y pensando mucho cada decisión a tomar.
Pero bueno, no podemos quejarnos, llegamos a vivir del proyecto, tenemos la suerte de editar fotógrafos en los que creemos y compartirlos con el público y, además, aprendemos de todos los profesionales con los que colaboramos. Por lo que, tal como está el mundo, hay que ser positivos. Creo que podemos decir que intentamos hacer las cosas bien y nada, seguimos resistiendo a la dificultad de los tiempos.


"La cámara o la película son tan sólo herramientas, lo importante es saber mirar."
Si solo pudieras elegir una cámara y un carrete, ¿cuáles elegirías?
No soy un gran fetichista de las cámaras ni de las películas, utilizo desde hace muchos años las mismas cámaras, una Wista de 4 x 5” y una Mamiya de medio formato y prácticamente siempre película de 400ASA, cuando puedo Ilford y cuando hay menos presupuesto las que encuentro por ahí. La cámara o la película son tan sólo herramientas, lo importante es saber mirar.
Un fotógrafo o fotógrafa que te haya marcado.
Son muchos, quizás los que he tenido más cerca, con los que he podido intercambiar y discutir en persona asiduamente: Enric Montes, Pascal Mirande, Pablo Guidali, Juanan Requena, Joan Fontcuberta. De los que están más lejos he aprendido mucho de Harry Callahan, de Issei Suda, de Luis González Palma, de Vanessa Winship, por citar algunos.
Si tuvieras que recomendarnos un fotolibro, ¿cuál sería?
Difícil escoger uno solo, los que seguramente más impacto han tenido en mí son la trilogía de Mark Steinmetz, los primeros libros de Raymond Meeks o algunos libros japoneses. Últimamente siempre recomiendo el 36 views de Fyodor Telkov, ¡creo que es un libro bastante redondo!

